Autorretrato/Familia de muñecas I


Dado que ha pasado tanto tiempo desde mi última publicación, decidí sorprenderlos publicando este hermoso autoretrato y compartiendo el siguiente extracto de "Familia de Muñecas"...

(...) Por este motivo decidió cortarse el pelo, para aparentar ser mayor. Aparentar ser mayor le ahorraría algunas dificultades.
Fue todo un cambio, un verdadero shock. Pero no fue de golpe. Primero pasó de llevarlo por la cintura -no, mucho más que la cintura- a la altura del pecho. Este paso no fue tan traumático. Lo peor vino después.
Ella se cortaba el pelo a sí misma – mucha gente se corta a sí misma – Entraba al baño y tomaba las tijeras de peluquera de la bolsa transparente que colgaba a un costado de la puerta. Se miraba fijo en el espejo; se hacía la raya al medio y separaba el pelo en dos. Cortaba cada parte por separado pero inmediatamente comparaba una con la otra. No era necesario disimular su tendencia a lo simétrico, menos aún en estos momentos.
Por supuesto, esto no era una tarea fácil. Lo hizo una vez, luego otra, luego otra y así, lo que en un principio no era más que una simple decisión estética, se volvió una adicción descontrolada. Todos los días sentía la necesidad de cortarse el pelo. Un poquito más hoy; este mechón más corto; un rebajado en esta parte; un flequillo. Aquí comenzó el verdadero desmoronamiento. ¡Un flequillo! Un flequillo con el pelo semilargo imposible; parecería una nenita otra vez… Menos mal que existen las orquillas, que ni se ven.

Y llegó el día del corte final. Entró al baño y tomó las tijeras de la bolsa transparente, esa que seguía colgando a un costado de la puerta. Se miró fijo en el espejo; se hizo la raya al medio y separó el pelo en dos. Cortó cada parte, esta vez sin compararla una con la otra. Ya no tenía importancia. El placer no lo provocaba aquello que comenzaba a surgir en el espejo - el placer de la metamorfosis- El placer era otro, el placer era cortar…
Primero, las tijeras de peluquero; segundo, la navaja. Y la navaja por aquí, por allá. La navaja crujía cuando cortaba. Le parecía que el cabello sufría con cada tajo y ese grito minúsculo retumbaba en su cabeza como un tambor, pero continuó hasta alcanzar ese punto en que ya no tenía sentido seguir.
Ahora tenía el pelo corto, muy corto. Se le llenaron los ojos de lágrimas.
Podía seguir cortando. Pero no lo hizo. Ya había logrado afearse lo suficiente como para estar deprimida por unos cuantos meses.
Este fue el primer paso que ella dió en su proceso de renovación.
Le cambió bastante el carácter. Esto comprueba que los cambios exteriores repercuten en el interior.
(...)
Sus ojos, que en un comienzo eran celestes, se tornaron cada vez más claros, hasta que fueron tan claros que no se vieron más. Pero ella nunca perdió la vista.
(...)
Había otros momentos de sus vidas, los más perfectos e idílicos, en que amistad y noviazgo se superponían.
(...)


Comments

PAULA PINEDO said…
hoooooo :O increible!! estabamos esperando ansiosamente este nuevo post.... siempre viene bien una renovación! ;) baccios
Anonymous said…
no más las tijeras... dejemos esa tarea al joven manos de...
a mi pocket rendida y de pelos largos
Muuuaaaaaaack
Sterki

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